Mis sexenios (1)
José Guadalupe Robledo Guerrero.
A manera de justificación
Desde hace años comencé a acariciar la idea de redactar las experiencias que he vivido en Coahuila, generoso estado que me acogió cuando a los 18 años emigré de mi natal San Luis Potosí en busca de trabajo. Pero nunca lo había intentado hasta que tomé conciencia que la historia que viví ha sido modificada por quienes la cuentan. Por ejemplo, luego que Luis Horacio Salinas Aguilera fue liberado de sus secuestradores, me reuní con él en varias ocasiones para hacerle una entrevista para El Periódico de Saltillo, modesto medio mensual que edito desde hace 20 años.
Luego de la entrevista, Luis Horacio y yo platicamos de nuestros recuerdos, uno de ellos el Movimiento Pro Dignificación de la UAC, que en 1984 dirigieron Jaime Martínez Veloz y Armando Fuentes Aguirre (“Catón”), cuyos resultados fueron: la renuncia a la Rectoría de Valeriano Valdés Valdés, la pérdida del poder universitario del grupo de Óscar Villegas Rico y por lo tanto su retiro de la política estatal, el interinato de Jesús Ochoa Ruesga y la elección como Rector de Jaime Isaías Ortiz Cárdenas (“El Gato”).
Los recuerdos de Salinas Aguilera sobre estos hechos eran distintos a los míos. Una cosa semejante me sucedió con Rodrigo Sarmiento Valtier, pues cuando comentamos el caso, también él presumió de su protagonismo determinante en aquel movimiento universitario. No les quise recordar cómo habían sucedido las cosas. Esa lucha universitaria estuvo más allá de las intrigas palaciegas, al menos mientras transcurrió el movimiento, ya que nadie deseaba ser involucrado, pues Villegas Rico era un poderoso político, al que apoyaban los grupos locales que se ufanaban de haber provocado la renuncia del gobernador Óscar Flores Tapia: Los López del Bosque, los Gutiérrez, Jorge Masso, Armando Castilla, etc. Sin embargo, me preocupé que la historia reciente fuera tergiversada –incluso frente a los participantes- por quienes debían acogerse al silencio. Ni modo, me dije, se les olvida su propia historia.
Y así como estos personajes, hubo otros más que me dieron sus versiones sobre los sucesos políticos, e igualmente me sorprendió la manipulación que hacían de la historia reciente, de las últimas décadas. Lo mismo pasa con la infinidad de historiadores oficialistas, cuyos escritos –editados por el gobierno- despolitizan los hechos, desfiguran a los protagonistas, omiten a otros participantes y soslayan las causas que produjeron los efectos, adecuando sus textos a las simpatías o querencias de sus mecenas en turno.
Por eso decidí ordenar mis recuerdos y vaciarlos en este libro, para que los jóvenes de ayer revivan esas experiencias, y para que la juventud de ahora conozca lo que la historia oficial no cuenta. En este libro, transcribí las vivencias de que fui testigo o participante, y con las experiencias y anécdotas que relato, intento dibujar la personalidad, los intereses y las posturas de quienes intervinieron en cada momento, para que sus actuaciones nos digan de qué lado estuvieron, qué hicieron y qué perseguían.
Estoy seguro que en mis remembranzas olvidé mencionar a muchos, pero no con intención premeditada, sino por la neblina que aparece en la memoria con el correr de los años. Es difícil recordar todo después de años de haber sucedido. Pero para mis compañeros de luchas, ideas y preocupaciones, los olvidados y los recordados, mi más profunda gratitud por su compañía y enseñanzas. Por la oportunidad que me dieron de vivir junto con ellos, lo que hoy sigo recordando con mucho cariño, porque forma parte importante y trascendente de mi modesta y efímera vida.
Esta historia es de muy reciente pasado, en donde aparecen algunos personajes que ya murieron, y otros que todavía estamos “vivitos y coleando”. Aquí cuento lo que fue y no lo que hubiera querido que fuera. Este libro no es de denuncia ni pretende ser crítico, simplemente es un relato, una crónica de mis testimonios.
Para comprender esta historia, es menester señalar que llegué a Coahuila a finales de 1967. Trabajé de obrero en Zincamex, me inscribí en la Preparatoria Nocturna para cursar la secundaria. Dos años después, sin pretenderlo, me había convertido en líder estudiantil, y como tal participé en el movimiento de la Autonomía universitaria, desde una escuela en donde el 90 por ciento de los estudiantes éramos empleados, obreros o trabajadores. Luego incursioné como dirigente, asesor y militante de sindicatos obreros y organizaciones populares y campesinas de Saltillo, San Luis Potosí, La Huasteca y Torreón. Mientras desarrollaba estas labores, fui obrero en distintas empresas y empleado universitario. Finalmente, en 1982, encontré la actividad a la que he dedicado los últimos 26 años de mi vida: el periodismo.
En este tránsito vital, y de acuerdo a las circunstancias de mi participación, tuve infinidad de experiencias con gobernantes y funcionarios, por eso conocí la soberbia y la intolerancia del poder, pero también el dulce sabor de la victoria y la amarga experiencia de la impotencia y la persecución. Experimenté en carne propia la condición humana, y supe de la impunidad, la corrupción y el cinismo, y opté por dibujar una línea imaginaria con los poderosos, pues estoy convencido de que “En política los amigos son de mentiritas y los enemigos de verdad”. Y si no, échenle una ojeada a la historia.
A este escrito lo titulé “Mis sexenios”. En el que no me extenderé en lo relativo a la UAC, porque tengo la intención de dedicarle un libro con mis recuerdos a mi querida Universidad, a esa noble institución que me sacó de la vecindad y de la fábrica, para llevarme al país de las ideas, el conocimiento y el entendimiento, en donde a mi manera he sido feliz. Dicho lo anterior, comencemos este viaje, esperando que de algo sirva. Al menos para mi fue una catarsis...
José Guadalupe Robledo Guerrero
Gutierrismo (1969-1975)
A mi llegada a Saltillo, a finales de 1967, gobernaba a Coahuila Braulio Fernández Aguirre, de quien nada supe de su gobierno, ni me percaté de sus obras ni de la publicidad de sus cualidades y virtudes, pues mi condición de obrero me mantuvo alejado de la propaganda oficial. No leía periódicos ni tenía acceso a la información política. Además no me interesaba.
Fue hasta años después cuando conocí de la vida y milagros de Fernández Aguirre por los múltiples comentarios que sobre él me hizo Óscar Flores Tapia, algunos de los cuales relataría en su libro “Señor Gobernador”. Lo cierto es que Flores Tapia no tenía simpatía por el ex gobernador lagunero, a pesar de que por su influencia lo convirtió en Senador de la República, para amarrar el apoyo de su grupo lagunero a la gubernatura que luego conseguiría con el respaldo del Presidente Luis Echeverría Alvarez.
Flores Tapia aseguraba -y lo escribió- que el ex gobernador Fernández Aguirre había abandonado Torreón en una cajuela de automóvil, porque lo andaba persiguiendo la justicia, y que había comprado la gubernatura de Coahuila, según se lo había confiado su amigo Luis Echeverría.
En los primeros años del gobierno de Eulalio Gutiérrez me dediqué a trabajar, a estudiar la secundaria y ha hacer política estudiantil en la Preparatoria Nocturna. Del gobierno gutierrista me percaté hasta principios de los 70, cuando nuestra escuela apoyó el movimiento de los alumnos y profesores que demandaban la incorporación a la Universidad de la escuela de Economía del Instituto de Estudios Profesionales de Saltillo, cuyo Director era Enrique Martínez y Martínez y el Secretario Melchor de los Santos Ordoñez, pues esa petición –que fue concedida- se la hicieron al gobernador Gutiérrez, que era Presidente de la Junta de Gobierno que dirigía a la entonces Universidad de Coahuila. Con esa incorporación, Melchor ingresó a la Universidad.
Posteriormente, en los primeros meses de 1973, cuando la Federación de Estudiantes de Saltillo de la Universidad de Coahuila (Fesuc) decidió evitar la imposición de Jorge Mario Cárdenas como Rector, por el capricho del Secretario General de Gobierno, Óscar Villegas Rico, quien dominaba la Junta de Gobierno, volví a tener presente a Gutiérrez Treviño, pues las exigencias y presiones estudiantiles fueron hacía el gobernador.
En esos primeros meses de 1973, los dirigentes estudiantiles de la Fesuc se reunieron con Eulalio Gutiérrez, para plantearle sus propuestas relacionadas con la designación del Rector que sustituiría en el cargo a Arnoldo Villarreal Zertuche, quien renunció a la Rectoría, para realizar su campaña como candidato del PRI a la diputación federal, que le había conseguido el Senador Óscar Flores Tapia. La renuncia de Villarreal Zertuche y el empecinamiento de Villegas Rico, generaron el movimiento de la Autonomía Universitaria, pues la Junta de Gobierno se negó a considerar a Armando Fuentes Aguirre (“Catón”) como el candidato a la Rectoría de los estudiantes saltillenses.
Así conocí al gobernador Eulalio Gutiérrez, un político sensible, hijo del General revolucionario Eulalio Gutiérrez Ortíz, que fuera Presidente provisional de la República, designado por la Convención de Aguascalientes que convocaron Emiliano Zapata y Francisco Villa en 1914.
Don Eulalio -a mi juicio- es un personaje olvidado, y su gestión como gobernador de Coahuila ha sido despolitizada y por lo tanto, su presencia en la historia política del estado ha quedado relegada a ser un gobernador más del montón, entre otros que no merecieron el cargo.
Para quienes desean conocer su verdadero perfil como mandatario, poca ayuda tendrán si se basan en los escritos que sobre él se han realizado, pues todos dan una relación de su obra pública de la que en su momento dio cuenta la publicidad pagada, y su semblanza se limita a repetir las características que a todos les endilgan: honestidad, capacidad, esfuerzo, etc., pero nada dicen sobre las circunstancias en que desempeñó su gobierno y la problemática política que enfrentó, sobre todo en el segundo trienio de su mandato.
Al gobierno de Gutiérrez Treviño lo han despolitizado los historiadores oficialistas, y con esto le quitan méritos a su sensibilidad y capacidad política. Por ejemplo, en ningún escrito que se refiere a Eulalio Gutiérrez se dice que como gobernador tuvo que enfrentar importantes conflictos políticos, como el Movimiento por la Autonomía Universitaria de la Universidad de Coahuila (hoy UAC), el nacimiento del movimiento popular en las colonias proletarias de Saltillo que comenzó en La Chamizal, y la Huelga Obrera de Cinsa-Cifunsa.
Estos sucesos se dieron entre 1973 y 1974, cuyas secuelas marcarían las circunstancias de los años venideros. Por ejemplo, el Movimiento Pro Dignificación de la UAC, comandado en 1984 por Jaime Martínez Veloz y Armando Fuentes Aguirre, sería la continuación del enfrentamiento de los universitarios con Óscar Villegas Rico, que se dio por primera vez en los albores de la Autonomía Universitaria en 1973.
En la organización y desarrollo de estos movimientos sociales, el gobernador Gutiérrez Treviño siempre mantuvo un invariable respeto por las manifestaciones opositoras, seguramente porque sabía que la única bandera de esos movimientos era la reivindicación de los derechos y la justicia hacia los desposeídos. Estos movimientos nada tuvieron que ver con las acostumbradas “patadas por debajo de la mesa” que se dan los grupos políticos, a través de crear problemas donde no los hay, para luego resolverlos.
Estos movimientos nacieron independientes, aunque en el transcurso de su desarrollo algunos importantes participantes fueron seducidos por políticos priistas, pero sus resultaron fueron exitosos y justicieros. Y pese a todas las vicisitudes, triunfaron en sus propósitos. Los estudiantes consiguieron la Autonomía Universitaria, los colonos de La Chamizal lograron la legalización de sus terrenos, y los obreros huelguístas derrotaron a sus poderosos patrones: los dueños de Grupo Industrial Saltillo (GIS).
Lo que sucedió después nada tuvo que ver con la indiscutible victoria, sino con la incapacidad que demostraron los protagonistas para mantener la unidad y enfrentar la contraofensiva de los politicastros y de los empresarios. Ellos dividieron a los movimientos triunfantes, afiliando a sus intereses a los más débiles y difamando a los fuertes. Aprovechando esta confusión, en la UAC el grupo de la Corporación de Estudiantes Cristianos (córporos), ligados a curas católicos, se quedó con el gobierno universitario, para luego despolitizar la cátedra y marginar y expulsar a los disidentes. En La Chamizal, algunos dirigentes y asesores fueron reclutados por Luis Horacio Salinas. Lo mismo sucedió con algunos dirigentes del movimiento huelguísta de Cinsa-Cifunsa, hasta que los patrones despidieron a centenares de obreros y destruyeron su sindicato.
De estos tres movimientos, realizados en el gobierno de Eulalio Gutiérrez Treviño no hablan las crónicas de la ciudad. Ni siquiera en la UAC se recuerdan, a pesar que fueron universitarios los que protagonizaron, asesoraron y apoyaron estas luchas. El olvido y la manipulación de la historia los condenaron a la inexistencia. Sus experiencias se perdieron, sus lecciones. buenas y malas, no fueron transmitidas, y lo peor: enfrentaron a los protagonistas.
Por eso la UAC perdió los valores de la juventud: solidaridad, ideología, búsqueda de la verdad, investigación de la realidad y amor por el estudio. Por eso en las colonias los partidos electoreros se apoderaron de las organizaciones populares y comenzaron el trueque: votos a cambio de dádivas. Por eso mismo, el sindicalismo combatiente, defensor de los intereses gremiales de los trabajadores fue desterrado de Saltillo. Por eso, la situación que ahora prevalece, está esperando que la juventud retome su rumbo y luche por cambiar el mundo que les tocó vivir.
(Continuará).
Autonomía Universitaria...